jueves, 29 de junio de 2023

LA LITURGIA DE LAS HORAS. SEGUNDA PARTE

LA LITURGIA DE LAS HORAS. SEGUNDA PARTE

                                                                        


Con la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II, el Oficio Divino

se abre de nuevo a los cristianos no consagrados a la vida religiosa. Se considera

un complemento necesario a la Eucaristía.

Con la primera de las Horas Canónicas, VIGILIAS, se significa la actitud

de vigilancia y espera, y la intención de dedicar el tiempo tranquilo y exento de

actividad laboral a la oración y a la contemplación de la Palabra de Dios.


Los Laudes, como oración matutina, y las Vísperas, como oración

vespertina, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio Divino. Se consideran

y celebran como las Horas principales o mayores.

San Basilio expresa el carácter matinal del oficio de LAUDES con las

siguientes palabras: «Al comenzar el día oramos para que los primeros impulsos

de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna

antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento en Dios, ni empleemos

nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: “Porque

a ti suplico, ¡oh, Yahvé! / De mañana tú escuchas mi voz; / temprano me pongo

ante ti y espero”». (Sal 5, 4)

El origen del término viene del latín laudare, que significa ALABAR, y es

un fiel reflejo de su finalidad principal, comenzar el día con un acto de alabanza a

Dios: «Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una

continua alabanza en tu honor y, pues toda nuestra existencia es puro don de tu

liberalidad, que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente

dedicada. Señor, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros

corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos,

para que, con tu auxilio, alcancemos la salvación ahora y siempre».

Esta Hora trae a la memoria el recuerdo de la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR,

que es la luz verdadera que ilumina a todos. La lucha entre el binomio luz -

tinieblas es una constante en la tradición cristiana. Basta recordar las palabras del

evangelista San Juan: «Era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina

a todos los hombres» (Jn 1, 9). «Otra vez les habló Jesús, diciendo: Yo soy la luz

del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá luz de vida»

(Jn 8, 12). «Humildemente te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la

fuente misma de toda luz que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu

claridad».

Cuando declina el día se celebran las VÍSPERAS, en ACCIÓN DE GRACIAS

por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar

con acierto: «Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e

imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas

que, por la fragilidad de la condición humana, hemos cometido en este día».

Las Vísperas nos proyectan hacia la LUZ SIN OCASO. Oramos para que

Cristo nos otorgue el don de la luz eterna: «Dios todopoderoso y eterno, Señor

del día y de la noche, humildemente te pedimos que la luz de Cristo, verdadero

sol de justicia, ilumine siempre nuestras vidas, para que así merezcamos gozar

un día de aquella luz en la que habitas eternamente».

Las Horas menores nos hacen revivir: a media mañana, TERCIA, el

envío del Espíritu Santo; a mediodía, SEXTA, la crucifixión del Señor y a

primera hora de la tarde, NONA, la muerte de Jesús.

Con el oficio de COMPLETAS la jornada toca a su fin. Se pide para

todos la paz y el perdón de Dios, la reconciliación y la posibilidad de comenzar

al día siguiente una vida nueva. Se da gracias a Dios por el día que termina y se

ruega protección divina para el descanso nocturno.


                                            Mª Isabel San José Rodríguez 

lunes, 26 de junio de 2023

LA LITURGIA DE LAS HORAS. PRIMERA PARTE



 



La Liturgia de las Horas u Oficio Divino es oración de la Iglesia que continúa en el tiempo la oración de Cristo. Jesús nos invita a dedicarnos a la oración con estas palabras: “Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer” (Lc 18, 1). “Velad en todo tiempo y orad” (Lc 21, 36). La Iglesia, recogiendo este legado, aconseja que no cesemos un momento en la oración y que ofrezcamos siempre a Dios el sacrificio de la alabanza por medio de Jesucristo. Se responde al mandato de Cristo no sólo con la celebración de la Eucaristía, sino también con otras formas de oración, principalmente con la Liturgia de las Horas que, conforme a la tradición cristiana, heredada, en parte, de la tradición judía, tiene como característica propia santificar el curso entero del día y de la noche. 

El modelo de la oración comunitaria y, por tanto, de la celebración del Oficio Divino, lo tenemos en los Hechos de los Apóstoles. En este libro se habla del grupo de discípulos congregados para la oración con las mujeres y con María, la Madre de Jesús: “Pedro y Juan, Santiago y Andrés, … Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, …” (Hch 1, 13-14). La oración en común de este grupo de discípulos es la expresión verdadera de su unidad, conseguida por la posesión de un mismo corazón y una sola alma: “Los que habían creído tenían un corazón y una sola alma, y ninguno tenía por propia cosa alguna, todo lo tenían en común” (Hch 4, 32). De la iglesia primitiva se dice que “eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42) y que “se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón” (Hch 5, 12). Por otra parte, el evangelio de Lucas acaba diciendo que los apóstoles después de la Ascensión “se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios” (Lc 24, 52-53). 

El Oficio Divino, oración esencialmente eclesial y comunitaria, no puede considerarse propiedad particular del clero. Es la oración del Pueblo de Dios que, en unión con Cristo, se eleva diariamente al Padre, con el auxilio del Espíritu Santo. Las lecturas y las oraciones de este constituyen un manantial de vida cristiana. Se nutre de la Sagrada Escritura, de las palabras de los santos y se robustece con las plegarias. San Agustín expresa así su experiencia al ver a una comunidad en oración: “¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad y corrían las lágrimas”.   

La Liturgia de las Horas contribuye a dar sentido a la vida humana, haciendo que cada momento del día y de la noche se convierta para el creyente en un signo de la presencia del misterio de la salvación y del encuentro y el diálogo con Dios: “Dios habla a su pueblo y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración”. Todos los que participan, sean pastores o simples bautizados, contribuyen a la acción pastoral y santificadora de la Iglesia, se santifican a sí mismos y encuentran en el Oficio fuerza y eficacia para las tareas apostólicas. 

La Liturgia de las Horas, como toda oración comunitaria, nos ayuda a fomentar nuestra conciencia de hijos de la misma familia que, a lo largo de los siglos, a través de las alabanzas, acciones de gracias y peticiones, no hace otra cosa que expresar el deseo común de toda la humanidad, aunque para muchos permanezca inconsciente: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20).



                       Mª Isabel San José Rodríguez


viernes, 16 de junio de 2023

Historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús



 



*DIA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS*


*(Viernes, 16 de Junio)*



La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. 


*La Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se celebra el viernes posterior al segundo domingo de Pentecostés.*


*Historia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús* 


La devoción al corazón herido de Jesús tiene sus orígenes en el siglo XI, cuando los cristianos piadosos meditaban sobre sus cinco llagas. 


En aquel tiempo creció entre los fieles las oraciones al Sagrado Corazón, a la llaga del hombro de Jesús, entre otras devociones privadas. Todas ayudaron a los cristianos a enfocarse en su Pasión y Muerte, de tal manera que lograran crecer en el amor hacia Él. 


Sin embargo, no fue hasta 1670 que el sacerdote francés P. Jean Eudes celebró la primera fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. 


Casi al mismo tiempo, una religiosa, Sor Margarita María Alacoque, empezó a informar que tenía visiones de Jesús. Éste se le aparecía con frecuencia y, en diciembre de 1673, le permitió –como había permitido una vez a Santa Gertrudis– descansar su cabeza sobre su corazón. 


Mientras experimentaba el consuelo de su presencia, Jesús le habló de su gran amor y le explicó que la había elegido para dar a conocer su amor y su bondad a la humanidad.

 

Al año siguiente, en junio o julio de 1674, Margarita María informó que Jesús quería ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. Pidió a los fieles que lo recibieran con frecuencia en la Eucaristía, especialmente el primer viernes de cada mes, y que practicaran una hora santa devocional. 


En 1675, durante la octava al Corpus Christi, Margarita María tuvo una visión que posteriormente se conoció como la “gran aparición”. 


En ella, Jesús pidió que la fiesta del Sagrado Corazón sea celebrada cada año el viernes siguiente a Corpus Christi, en reparación por la ingratitud de los hombres hacia su sacrificio redentor en la cruz. 


Promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita de Alacoque: 


- A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado. 

- Daré la paz a las familias. 

- Las consolaré en todas sus aflicciones. 

- Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte. 

- Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

- Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia. 

- Las almas tibias se harán fervorosas.

- Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección. 

- Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada. 

- Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos. 

- Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él. 

- A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final. 


*Sagrado Corazón de Jesús en ti confío.*


En España, la devoción es extendida a través de Bernardo de Hoyos nacido en Torrelobatón (España) en 1711. 


A los 23 años le correspondía a Bernardo comenzar el cuarto curso de Teología, y aunque no tenía edad para ordenarse, sus superiores pidieron dispensa para que pudiese hacerlo durante ese curso, y así con esta dispensa pudo ordenarse de Diácono. Poco después se ordenó de Presbítero, y unos días después celebró la Primera Misa en el colegio de San Ignacio de Valladolid (España). 


A los 24 años, pocos meses después de haber sido ordenado sacerdote, enfermó de tifus y falleció, habiendo recibido el Viático y la Santa Unción. 


Bernardo de Hoyos tiene una misión similar a Santa Margarita Mª de Alacoque: lo que por medio de ella quiso realizar Cristo en su Iglesia, proporcionalmente es lo que Cristo quiere realizar, por medio de Bernardo en España y América”. 


*La Gran Promesa* 


El día 14 de mayo de 1733 tuvo lugar la revelación:


“REINARÉ EN ESPAÑA Y CON MÁS VENERACIÓN QUE EN OTRAS PARTES”  



El día 25 de septiembre de ese mismo año, recibe Bernardo del Señor una ratificación de la Gran Promesa: 


Aquí, después de comulgar, oí una voz suavísima que me dijo: Pídeme lo que quieras por el Corazón Santísimo de mi Hijo, y te oiré y te concederé lo que me pidas, y, sin libertad pedí la extensión del reino del mismo Corazón de Jesús en España, y entendí se me otorgaba. Deseos de extender hasta el Nuevo Mundo el amor de su amado Corazón de Jesús”. 


La Gran Promesa interpela, solicita, encomienda personalmente al P. Hoyos a extender el reinado de Cristo especialmente en España, en todo el territorio que constituía España en aquella fecha (1733): la España actual más Filipinas e Hispanoamérica. 

 La misión que recibió el P. Hoyos, entendemos que es ahora a nosotros a quienes corresponde realizarla, como él hizo tan ejemplarmente, para seguir dando sentido y haciendo plena realidad la Promesa del Corazón de Jesús, que será siempre un compromiso abierto para todos los devotos a su Sagrado Corazón.