Como bien es sabido, una de las figuras más relevantes del Carmelo Descalzo es San Juan de la Cruz (1542-1591), el gran aliado de Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo. La santa, prendada de “su” fray Juan, se deshace en alabanzas hacia él: «era tan bueno, que, al menos yo, podía mucho más depender de él, que él de mí». «…aunque es chico, entiendo es grande a los ojos de Dios… Tiene harta oración y buen entendimiento». De igual forma, su compañero fray Eliseo de los Mártires nos deja una de las mejores descripciones de su personalidad: «…su trato y conversación apacibles, muy espiritual y provechoso para los que le oían… Amigo de recogimiento y de hablar poco. Cuando reprendía como superior, que lo fue muchas veces, era con dulce severidad, exhortando con amor fraternal, y todo con admirable serenidad que calmaba y desarmaba».
Fray Juan no pretendía realizar obras de admiración sino de provecho espiritual. Reconocía la dificultad de sus escritos, más por el contenido que por la forma, pero insistía en la necesidad de repetir la lectura y de no interrumpirla pese a ello. Cierto es que captar la profundidad de sus escritos no es fácil, pero al menos es posible percibir la existencia de un mundo espiritual lleno de sugerencias y posibilidades. De ahí que lo más acertado sea comenzar con la lectura y meditación de los denominados “escritos breves”, redactados durante los primeros años de estancia en Andalucía para la dirección espiritual de sus hijos e hijas. Fueron páginas de ensayo y preparación para sus grandes obras.
He aquí una bella muestra de Dichos de Luz y Amor, recogidos en los Avisos Espirituales.
«Amas Tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma… Quédese, pues, lejos la retórica del mundo… y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor, de que Tú bien gustas».
«Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha en escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con gana de que las sepan los hombres».
«A la tarde te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición».
«Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y crezca el amor de Dios y apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo apetito y asimiento y pretensión».
«Toma a Dios por esposo y amigo con quien andes de continuo, y no pecarás, y sabrás amar».
«En la tribulación acude a Dios confiadamente, y serás alumbrado y enseñado».
«El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente».
«Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada».
Juan de la Cruz: místico y teólogo, artista y pensador, humilde y doctoral, solitario y maestro de espíritus, austero y afable; rica personalidad que proviene de una profunda y armoniosa unidad de cualidades humanas y espirituales, que le lleva a perseguir la santidad como ideal único, supremo e irrenunciable.
Mª Isabel San José Rodríguez