¡Queridas hermanas!
Estoy muy contento de encontraros hoy y deseo saludar a cada una de
vosotras, agradeciéndoos por lo que hacéis para que la vida consagrada sea
siempre una luz en el camino de la Iglesia. Queridas hermanas, antes que nada
agradezco al querido hermano cardenal Joáo Braz de Aviz, por las palabras que
me ha dirigido y también me complace la presencia del Secretario de las
Congregaciones. El tema de vuestro congreso me parece particularmente
importante para el deber que se os ha confiado: "El servicio de la
autoridad según el Evangelio". A la luz de esta expresión quisiera
proponeros tres sencillos pensamientos, que dejo a vuestra
profundización personal y comunitaria.
profundización personal y comunitaria.
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