LOS NUEVE MODOS DE ORAR DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
Santo Domingo de Guzmán (Caleruega (Burgos), 1170 – Bolonia (Italia), 1221), fundador de la Orden de Predicadores, es uno de los grandes maestros de oración de la Historia del Cristianismo. Para él, la oración es un diálogo con Dios en el que participa toda la persona: el cuerpo y el alma.
Quienes lo conocieron, compartieron su fuerte impresión al verlo rezar, hasta el punto de que un autor desconocido, posiblemente un dominico, escribió un pequeño libro, auténtico manual, para describir “los modos de orar de santo Domingo”. El manuscrito, embellecido con miniaturas, que se conserva en la Biblioteca Vaticana, sigue siendo una auténtica guía de oración.
& Primer modo. la inclinación: mantenía el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser. Se inspiraba en estas palabras: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa» (Mt 8, 8).
& Segundo modo. la postración: postrado completamente, rostro en tierra, repetía en voz alta el siguiente versículo del Evangelio: «¡Oh, Dios, ten compasión de este pecador!» (Lc 18,13).
& Tercer modo. la disciplina: se alzaba del suelo y se flagelaba diciendo: «Tu disciplina, me adiestró para el combate; / adiestró mis manos para la batalla, / y mis brazos para entesar el arco de bronce» (Sal 17, 35).
& Cuarto modo. la genuflexión: con la mirada fija ante el crucifijo, doblaba las rodillas una y otra vez y repetía como el leproso del Evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mt 8, 2).
& Quinto modo. de pie: mantenía el cuerpo derecho. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto, como si leyera ante el Señor.
& Sexto modo. en cruz: con las manos y los brazos abiertos y muy extendidos, a modo de cruz, decía: «¡Oh, Yahvé, Dios, mi Salvador! Grito de día / y gimo de noche ante ti. / Llegue mi oración a tu presencia, / inclina tu oído a mi clamor… Mis ojos languidecen por la aflicción; / te invoco, ¡oh, Yahvé!, todo el día, / y tiendo mis manos hacia ti» (Sal 87, 2-10).
& Séptimo modo. manos elevadas: oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, unidas entre sí, o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo.
& Octavo modo. orar con la Escritura o el beso: se sentaba tranquilamente en soledad, y hecha la señal de la cruz, leía algún libro que llenaba su mente de dulzura, como si escuchara al Señor. «Yo escucho lo que dice Dios, Yahvé, / que sus palabras son paz para su pueblo y para sus piadosos / y para cuantos se vuelven a Él de corazón» (Sal 84, 9). A lo largo de la lectura veneraba el libro, se inclinaba hacia él y lo besaba, en especial cuando leía el Evangelio.
& Noveno modo. caminar: vivía este modo de orar cuando se trasladaba de una región a otra, especialmente cuando se encontraba en lugares solitarios.
De santo Domingo se dice que siempre «hablaba con Dios o de Dios». De ahí que los dominicos sinteticen la predicación cristiana en tres palabras: «Contemplata aliis tradere», es decir, «contemplar y dar lo contemplado». La verdadera predicación, que puede llegar al corazón de los hombres, no se basa únicamente en bellas palabras, sino en la experiencia de Dios que tiene la persona que predica.
Ha pasado a la Historia como un hombre de luz. Con su inagotable fe, su profundo carisma, su riguroso ascetismo y su infinita humildad, infundió una nueva espiritualidad, que fructificó en la gran familia dominicana, digna heredera de su padre Domingo.
Mª Isabel San José Rodríguez