martes, 17 de noviembre de 2015

Santa Gertrudis

En la octava de Pascua, al leer en el Evangelio que Cristo había dado el Espíritu Santo a sus discípulos soplando sobre ellos, suplicó devotamente la Santa al Señor le comunicara también a ella este Espíritu lleno de dulzura. Entonces le respondió el Señor: "Si deseas recibir el Espíritu Santo, es preciso que antes me toques el costado y las manos, como lo hicieron mis discípulos." Es decir, debe considerar con agradecimiento el amor del Corazón de Dios, pues por su amor es por lo que Dios nos ha predestinado desde toda la eternidad para ser hijos suyos y herederos de su reino; y es también por este amor por lo que nos colma de infinitos beneficios, pesar de nuestra ingratitud. Es preciso también tocar las manos del señor, o sea, acordarse con agradecimiento de las obras que El llevó a cabo para nuestra redención, redención en la que trabajó el Señor con amor durante treinta y tres años sobre todo en su Pasión y muerte. Cuando se sienta el hombre enforverizado con estos recuerdos, ofrezca su corazón, en unión del amor con que dijo el Señor: Como me ha enviado a mi el Padre, así os envió yo a vosotros ( Jn 20,21),  para cumplir en todo la voluntad divina. Además de esto, no deberá querer ni desear nada que no sea el beneplácito de Dios, y se mostrará dispuesto a ejecutar y a sufrir todo cuanto Dios le ordenare. El que obrare de este modo, recibirá el Espíritu Santo, con los mismos sentimientos que experimentaron los Apóstoles, cuando les fue comunicado por el soplo del hijo de Dios.

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